Cuando los TCA entran en casa

Guía para la familia

Fuente ACAB.org, Extractado y adaptación libre: Asociación Estima

 

Uno de los retos de Asociación Estima es dar apoyo a las personas y familias afectadas por un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA). La familia convive con la persona enferma, sufre las dificultades de comunicación que implican estos trastornos y se convierte en pieza fundamental para hacerles frente y lograr la recuperación. Es común  que sea la familia la que motiva y ayuda a tomar conciencia de la enfermedad. Pero también se siente sola y solicita pautas concretas para poder ayudar a su ser querido.

 

Detección precoz

 

Silvia y Mario han ido a consultar a un psicólogo especializado en TCA, siguiendo las recomendaciones del consejero de la escuela de su hija Rebeca.

Silvia (madre):  Nos preocupa nuestra hija Rebeca, porque desde hace algunos días come muy poco y siempre tiene escusas para comer menos.

 

Psicólogo: ¿Qué edad tiene Rebeca?

 

Mario (padre): 14 años

 

Psicólogo:  Por lo que me dicen, consideran que Rebeca ha reducido mucho la cantidad de alimentos que ingiere ¿También ha dejado de comer alimentos que antes comía de forma habitual?

 

Silvia (madre): Si, come menos de la mitad de lo que comía hace seis meses y además hay ciertos alientos que considera “prohibidos” como el pan, la pizza…

 

Padre: Nos preocupa que pueda tener Anorexia o una enfermedad parecida.

 

Mamá: Rebeca es muy inteligente y responsable, y por tanto dudo que se trate de una de estas enfermedades.

 

Psicólogo: ¿Qué otros cambios han notado, además de la alimentación? ¿Ha cambiado también su comportamiento?

 

Mamá: pues si… ya no nos cuenta nada, se pasa el día encerrada en su habitación, da la impresión de que nos quiere evitar.  Consideramos que es un comportamiento típico de la adolescencia.

 

Mario: Esta muy rara, algunos días está contenta y otros ni se le puede hablar.

 

Psicólogo: ¿Qué pasa en la escuela? ¿Hay cambios?

 

Silvia: Si, precisamente fue el consejero de la escuela quien nos alertó y recomendó venir a visitarlo, considera que Rebeca podría sufrir algún tipo de TCA.  Nos dijo que las amigas de Rebe le han comentado que algunas veces se provoca vómitos para evitar engordar.

 

Mario: Tampoco es que haya vomitado muchas veces, tal vez si hablamos con ella y le decimos que ya está delgada y que a su edad es importante alimentarse bien…

 

Psicólogo: Entiendo que no han hablado con ella sobre su preocupación.

 

Silvia: hemos intentado, pero acabamos discutiendo y me dice que son ideas nuestras, que no nos metamos en su vida y que ella ya es mayor.

 

¿Qué dice el psicólogo especializado en TCA?

 

Psicólogo: Por lo que me dicen, Rebeca considera que ella no tiene ningún problema.

 

Mario: A nosotros no nos  lo acepta, pero la hemos oído llorar en su habitación.  No sabemos cómo ayudarle, no nos permite acercarnos a ella.

 

Silvia: Nos resulta difícil pensar que nuestra hija pueda tener Anorexia.  Tal vez si hablar Ud. con ella abriría los ojos y volvería a ser como antes…

 

Psicólogo: es importante hacer un diagnóstico de Rebeca lo antes posible, para confirmar o descartar un posible TCA.  Pero para hacer un diagnóstico tenemos que hablar con ella y lograr que nos explique qué es lo que le preocupa y que es lo que, posiblemente, la hace sufrir.

 

Silvia: No sé cómo lo podremos hacer…

Los TCA, entre los que se encuentran la anorexia y la bulimia nervosa y el trastorno por atracón, son enfermedades mentales graves cuyo pronóstico mejora en la medida en que se tratan tempranamente. A pesar de que las personas que rodean a la persona enferma, inicialmente, observen sólo una alteración alimentaria y del peso, el origen es siempre psicológico (baja autoestima, tendencia al perfeccionismo extremo o bien a la impulsividad, ideas sobrevaloradas acerca del cuerpo y la silueta, etc.).

La baja autoestima es una característica común en las personas que sufren un TCA. Esta baja autoestima, además, viene muy determinada por la percepción del aspecto físico de la persona y puede conducir a una insatisfacción corporal importante y al mantenimiento de dietas restrictivas o de conductas patológica para perder peso.  La baja autoestima se considera un factor de riesgo clave para sufrir un TCA.

 

Mario y Silvia han explicado al psicólogo los cambios que han observado en el comportamiento de su hija. A veces, el miedo a admitir que un ser querido sufre una enfermedad mental puede llevar a minimizar determinados comportamientos que se manifiestan, a quitarles importancia o a justificarlos (“son cosas de la adolescencia”).

 

Hay que explicar a la familia que estos cambios que han observado y constatado son señales de alerta que pueden hacernos sospechar que Rebeca sufre un TCA.  A continuación, presentamos algunas de estas señales de alerta que la familia debe tener en cuenta, la suma de algunas de estas puede indicar la presencia del trastorno:

 

  • Dietas restrictivas
  • Preocupación constante, que puede llegar a obsesión, con todo lo relacionado a la alimentación.
  • Interés exagerado en dietas, recetas de cocina, tablas de calorías, etc.
  • Preferencia por comer sola.
  • Comportamientos extraños: comer parada, partir la comida en pedazos muy pequeños, jugar con la comida, ir al baño después de comer.
  • Interés por cocinar para los demás y encontrar excusas para no comer.
  • Sentimiento de culpa por haber comido.
  • Perdida o aumento de peso injustificado.
  • Miedo y rechazo exagerado al sobrepeso.
  • Vomito auto inducido, ayudo, utilización de laxantes con el objetivo de adelgazar.
  • Percepción errónea de estar gordo.
  • Uso de ropas amplias para esconder el cuerpo.
  • Ejercicio excesivo y nerviosismo si no lo hace.
  • Uso de ejercicio para adelgazar.
  • Constante insatisfacción personal.
  • Estado depresivo e irritable con cambios frecuentes de humor.
  • Reducción de las relaciones sociales, tendencia al aislamiento.
  • Aumento aparente de las horas de estudio o trabajo.
  • Dificultad de concentración.

 

Ahora lo más importante es poder hacer un diagnóstico de lo que le sucede a Rebeca. En el caso de que este confirme la presencia de un TCA, habrá que prescribir el tratamiento más adecuado para ella. El tratamiento de un TCA puede ser largo, puesto que se trata de un grupo de enfermedades mentales graves. El tiempo de duración del tratamiento depende del reconocimiento de la enfermedad por parte de la persona enferma y de su deseo de recuperarse. A partir de ahora, será esencial que Rebeca y sus padres acepten lo que sucede y que ella colabore con el equipo de profesionales que dirige el tratamiento.

 

¿Qué podemos hacer desde casa?

Los padres están muy preocupados porque no saben cómo acercarse a su hija para hablar de lo que le sucede últimamente. Es importante hacerle ver Rebeca que algo le sucede y que debe aceptar la ayuda de un profesional para sentirse mejor, esto debe hacerse aprovechando los momentos en que ella expresa su malestar o sufrimiento: cuando está triste, llora, etc.

 

Debemos hablar con la persona afectada a través del sentimiento:Me doy cuenta de que lo estás pasando mal”, “A menudo te oigo llorar”, etc. y no de la razón: “Tienes que comer para alimentarte correctamente”, “Estás demasiado delgada”, etc.

 

Las personas afectadas por un TCA, a menudo explican que se sienten “divididas por dentro”, ya que pasan por momentos en los que desean curarse (porque domina en ellas su vertiente sana) y por otros en que la enfermedad las vence (domina en ellas su vertiente enferma). Esta ambivalencia es lo que caracteriza el curso y la evolución de la enfermedad. El objetivo terapéutico final será que la vertiente sana gane la partida a la enfermedad.  Rebeca en estos momentos no se ve delgada a si misma, y la cuestión de la comida le provoca mucha ansiedad. Para “conectar” con ella, es más eficaz trasmitirle la idea de que entendemos cómo se siente y que comprendemos su sufrimiento. Es decir, debemos intentar empatizar con la persona enferma. Tenemos que hablar con Rebe desde su lado sano, desde esa parte esencial de ella misma que puede llegar a reconocer que sufre y que tiene que hacer algo para dejar de sentirse mal.

Nuestro objetivo es que Rebeca se ponga en contacto con un especialista a fin de poder superar la enfermedad que sufre. Recordemos que la baja autoestima es una característica que se repite entre las personas que desarrollan un TCA. Y por eso es fundamental que, desde casa, los padres de Rebeca intenten ayudarla a mejorar su autoestima.

 

La autoestima podría definirse como la valoración que hacemos de nosotros mismos, la confianza que sentimos en el momento de tener que enfrentarnos con éxito a las distintas situaciones que nos presenta la vida.  ¿Cómo detectar en nuestros hijos una autoestima baja?  Una persona con poca autoestima tiende a tener una imagen pobre de sí misma, siente que no hace nada bien, que es un desastre, y puede verbalizar esto. Estas personas se autocritican mucho, utilizando descalificaciones y suelen compararse mucho con los demás, creyendo que éstos hacen todo mejor. Dependen mucho de la opinión de los demás para sentirse seguras de las decisiones que se atreven a tomar.

 

Para mejorar la autovaloración de Rebeca, es necesario que sus padres no la etiqueten (la frase “Mi hija es así” puede cambiarse por “Mi hija ahora ha aprendido a comportarse de esta forma, pero puede cambiar”). También es conveniente eliminar las generalizaciones (“No me extraña que mi hija me diga esto, porque siempre se descontrola” puede cambiarse por “Mi hija tiene una dificultad en este aspecto, pero tiene aptitudes para superarla”). Hay que reconocer las cualidades de los hijos, felicitarlos por el esfuerzo y enseñarles a felicitarse cuando hacen algo bien.

 

Los padres tienden a sentirse culpables

Los padres o cuidadores tendemos a sentirnos “culpables” de gran parte de los acontecimientos más o menos negativos que les toca vivir a nuestros hijos. La pregunta “¿Qué hemos hecho mal?” puede convertirse en “automática” y poco sana. El sentimiento de culpa paraliza, empobrece, mientras que la responsabilidad dinamiza y la paciencia enriquece.

 

Es necesario que las personas próximas a los afectados por un TCA utilicen expresiones positivas, esperanzadoras y optimistas.  Si hablamos de esperanza, también deberíamos tener grandes expectativas de que las cosas irán bien a pesar de los contratiempos y las frustraciones, es necesario que los padres tiendan a tener una visión optimista y positiva del proceso de recuperación de la enfermedad.

 

Ambos progenitores deberían dar un único mensaje. La unión hace la fuerza, y da fuerza al mensaje. Ante la enfermedad no debe existir confrontación, sino unión. Es necesario que los padres hayan hablado antes y hayan llegado a un consenso acerca de la forma en que acompañarán a su hijo o hija en este proceso, siempre en un mensaje común de aceptación de la enfermedad y de enfrentamiento con ella. De ese modo, todo será más fácil y claro.