#SHAREYOURSTORY

TESTIMONIO: ¿ALGUNA VEZ HAS SENTIDO...?

¿Alguna vez se han sentido como si no son suficientes? No son suficientemente inteligentes. No son suficientemente sociables. No son suficientemente atractivos. No son suficientemente buenos. No son suficientemente perfectos. Mi mente se encontraba nublada por estos pensamiento diariamente, y al no soportar más decidí hacer algo al respeto. Entonces, siendo la perfeccionista -atributo que luego se convertiría en mi peor enemigo- que soy hice una lista de lo que me faltaba hacer para ser “perfecta”. Esa lista incluía metas de estudio, de lectura, de relaciones y claro- de mi apariencia. Decidí enfocar todas mis energías en “ponerme en forma”, ya que esto me daría resultados rápidamente y era lo primero que los demás a mi alrededor notarían.

 

Ahora que reflexiono, realizo que lo que los demás pensaran de mí era sumamente importante. Pues aunque no lo supiera en el momento, uno de los disparadores de este deseo por ser “perfecta” era el sentir que yo pertenecía a algo más grande que yo- una sensación que estaba ausente en mi vida en ese momento. Así, empecé mi camino de la obsesión con la comida y el ejercicio. Mi mamá notó que yo iba por un camino peligroso y recuerdo perfectamente cuando me advirtió que había una línea muy fina entre estar saludable y no estarlo, que tuviera cuidado.

 

Esto, todavía tratando el tema de los Trastornos de la Conducta Alimentaria como un tabú. En mi mente, yo lo tenía todo bajo control, en la realidad, mi trastorno era el que me controlaba. Al controlar mi lo que comía, el ejercicio, mi peso, el trastorno me daba una falsa sensación de seguridad y tranquilidad. Sin importar lo que pasara a mi alrededor, yo siempre iba a poder controlar mi peso, mi apariencia, lo que otros pensaran de mí. Una vez que vi que -en efecto- podía controlar lo que comía y el ejercicio que hacía, no me imaginaba mi vida sin hacerlo. Me daba terror soltar el volante, por esto es que la sensación de control es tan viciosa. Yo sabía que mi cuerpo me estaba dando señales -me cansaba muy rápido, era muy sensible emocionalmente, me sentía vulnerable, se me entumecían partes del cuerpo, pasaba mucho tiempo pensando en comida, me encontraba muy ansiosa y más controladora que nunca, se me caía el pelo- pero decidí ignorarlas.

 

Este comportamiento fue evolucionando hasta que mis padres notaron que algo iba mal y había que buscar ayuda. Encontraron a un equipo de profesionales y me diagnosticaron con anorexia. Así fue que empecé mi camino hacia la recuperación, en el cual he logrado mejoras pero también he pasado por recaídas. La parte más difícil de la recuperación fue aceptar el cambio, aceptar que tenía que cambiar mi manera de pensar y los hábitos que me estaban quitando mucho más de lo que la sensación de control me daba. Sin duda, tuve momentos de desesperación- pues mi equipo de recuperación le había quitado el control a mi trastorno.

 

Me sentía indefensa ante el hecho de que la recuperación de mi trastorno se había convertido en el centro de mi vida. Las citas con el equipo eran semanales, lo que me imposibilitaba involucrarme en actividades que antes formaban parte de mi día a día, de compartir con mis amigos, y mi estado físico imposibilitaba que siguiera con mi pasión- el ballet. Esto es uno de los aspectos del TCA que todavía me cuesta asimilar, pues el ballet formó gran parte de quién yo era y practicándolo cree muchas lindas memorias. Hubieron momentos en los que me sentí que ya había vencido a ED (como suelo llamar a mi trastorno), pero luego aprendí que era el mismo tratando de engañarme, enmascarándose como la yo “recuperada”. Pues, solo quería que me “dieran de alta” para así seguir tomando las riendas de mi vida.

 

También, hubieron momentos en los que trabajaba hacia mi recuperación porque estaba cansada de nadar contra la corriente- en especial mi mamá, a quién considero mi mejor amiga y a quien mi trastorno vilificó y con quien hizo que viviera en conflicto constante. En mejores momentos, reconocí lo bien que se sentía tener una vida libre del trastorno pero era todavía vulnerable a ciertos disparadores que me llevan a la restricción. Hoy, todavía lucho contra esa voz de ED que de vez en cuando se aparece por mi camino. Sin embargo, yo lucho con todas mis fuerzas para callarla y cumplir mis metas. Me recuerdo continuamente que soy más feliz sin el TCA en mi vida y que no necesito “ser perfecta” para ser aceptada. También se que uno de los hechos que llevó a que desarrollara anorexia, fue que quise aparentar “ser fuerte” y tuve miedo de expresar mis emociones. Embotellé lo que mi corazón me decía por demasiado tiempo y traté de aliviar el disconfort a través del control de mi peso. Es por esto que hoy soy fiel defensora que debemos de identificar y expresar nuestros sentimientos- sean buenos o malos- y entender que somos dignos de amor y respeto sin importar nuestra apariencia, popularidad, pertenencias o logros.

 

Anónimo