TESTIMONIO: TODO POR LA "CULTURA DE DIETA"

Estaba tratando de acostumbrarme a no cenar, todo por la “cultura de dieta”, por los estereotipos bien marcados por la sociedad, porque quería encajar. Todo iba bien con esto, hasta que empecé a hacer ejercicio, sentía más hambre de lo común, y volví a cenar. Recuerdo la primera vez, me excusé diciendo que me sentía muy llena y que así me costaría dormir, así que vomité. Al inicio fue difícil pues había una parte dentro de mí que no se sentía bien y que lo más probable era que se estaba resistiendo. Pasaron días así, donde usaba la vieja confiable de no poder dormir bien. Luego, empezaron los atracones de la tarde, comía pan y me sentía muy mal, e iba a vomitar. Sentía que funcionaba pues me quitaba la sensación de llenura, que mi mente asociaba con “sentirme gorda” (ahora me doy cuenta que estar lleno no tiene nada, pero así, absolutamente nada con estar gordo).

 

Empecé a sentirme mal, la palabra Bulimia me cruzaba por la mente pero no quería
escucharme, ya que empecé a ver cambios que según yo, eran buenos. Así que, lo que yo utilizaba como pretexto cuando me sentía llena, pasó a ser parte de cada día y en el 70% de mis comidas. Recuerdo que cuando comía mi porción de comida, y si había más y me había gustado, me daba “permiso” para comer más ya que después lo vomitaría. Además de que, dejé de vomitar solo en casa, lo hacía incluso al salir a
restaurantes y lugares públicos.

 

Mi familia se daba cuenta de lo que pasaba, me preguntaban si vomitaba y yo negaba todo. Nunca lo quise comentar con nadie, pues realmente me sentía apenada, yo sí sabía que estaba mal, pero aún así lo seguía haciendo. Logré bajar un poco de peso, considero que fue por los ejercicios y en parte por vomitar, y fue ahí donde tomé la decisión de buscar ayuda profesional, porque, aunque logré mi objetivo de “bajar de peso para verme mejor”, realmente yo no lo veía y creo que peor aún, no me sentía para nada bien. Mi mente se sentía culpable, mi garganta empezaba a doler y arder muchísimo, prefería no salir a comer porque vomitaba y sentía vergüenza de hacerlo en lugares públicos. Definitivamente tenía que solicitar ayuda.

 

Mi querida amiga psicóloga empezó a darme herramientas para poder mitigar la culpa al comer, para controlar las porciones y para sentirme bien comiendo lo que yo quisiera. Me ayudó a conocerme mejor, a generar mejores hábitos para controlar los impulsos de atracones, y me ayudó a hablarme con amor y asertividad cuando
comenzara a sentirme culpable por comer un chocolate o un sándwich. Actualmente sigo luchando por evitar volver a esos hábitos desordenados, pero cada día me siento orgullosa, feliz y dichosa por poder ir a dormir tranquila, sin culpas y siendo feliz porque puedo comer la comida que yo deseo.

 

– Ivonne Sánchez